A quien le mandarías una postal desde el correo más austral del mundo?
A
3070 KM de la Ciudad de Buenos Aires y sobre el Canal Beagle, el confín más
austral de América se encuentra la estafeta del Fin del Mundo: la Unidad
Postal más austral de todo el planeta, último bastión celeste y blanco del
servicio postal antes de la inmensidad de la Antártida.
La Unidad Postal del Fin del Mundo se inauguró el 12 de diciembre de 1997. Se trata de una pequeña construcción con exterior de chapa elevada sobre el muelle, en la bahía Ensenada, dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego.
Está repleta de stickers y calcomanías que van dejando los viajeros que la visitan, la vista se acompaña con su muelle que se interna en las aguas frías del Beagle donde flamean banderas celestes y blancas, con las montañas de fondo.
En un tiempo atrás paraban navegantes y aventureros para enviar señales de vida a sus familiares. Con el tiempo, las mejoras en las comunicaciones fueron reduciendo la utilidad de este servicio hasta que finalmente se convirtió en un atractivo turístico.
Su interior es un museo de recuerdos y obsequios, y aunque resulte curioso, la oficina sigue en funcionamiento. Es visitada a diario por más de 200 personas para llevarse como recuerdo el sello postal más austral del mundo. Desde allí, podes elegir una postal y enviarla a cualquier parte del mundo, como era antes… También podes llevar tu pasaporte o una libretita, y si no tenes podes comprar uno ahí y sellarlo para tener el recuerdo que estuviste ahí.
Justo en enfrente se encuentra la Isla Redonda, una pequeña isla que alberga otra sede de la estafeta postal y un puesto de la Prefectura. Dependiendo la época y las condiciones climáticas, es posible hacer el cruce para visitarla. En la isla Redonda podes recorrer un pequeño sendero hasta un mirador natural que presenta el canal Beagle desde una perspectiva única.
Desde hace más de 30 años, el Correo del Fin del Mundo es atendido por la misma persona: Carlos Alberto De Lorenzo, un personaje poco usual que se tomó la libertad de fundar un país imaginario bautizado como “La República Independiente de la Isla Redonda”, de la cual se autoproclamó gobernador.
Tanto es así, que diseñó un pasaporte exclusivo y un sello conmemorativo del nacimiento en 1948 del presidente (que es él mismo) para rubricar el pasaporte de aquéllos que pasan por su ficticia nación.
Al adquirir ese pasaporte te acreditas como ciudadano de “La República Independiente de la Isla Redonda” y a partir de ese momento te comprometes a vivir sin derechos ni obligaciones, solo dispuesto a vivir en libertad haciendo lo que te dé la gana.
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